Barbaridades como casas. Como caaaaaaaaaaaaaaaaaaaasas. Pero al menos la cobardía se esfumo. No puede decirse que sí por miedo. Y esa es la cuestión.
Que lo siento, my dear, pero a mí no me vacila nadie más. Ni sirvo de pasatiempo, ni divierto cuando uno está aburrido. Se me necesita y se me cuida, no se me chulea ni se me falta al respeto.
Queda la lección aprendida. Ahora, aplicación, que está vez soy yo la que da los aprobados.
Es una delicia leerte, María. Una delicia!
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