lunes, 22 de febrero de 2010




Me acabo de autotorgar el premio a la ingenuidad.

(Y sí, tiene forma de copa porque para aceptarlo con saberestar hace falta estar muy ebrio.)






Si dicen que de los errores se aprende, yo, María Rodríguez del Valle, estoy a punto de alcanzar un estado de sabiduría nunca visto. Voy a evolucionar en divinidad. Adoptada por los dioses del Olimpo. Sí. Como oyen.

1 comentario: