sábado, 1 de mayo de 2010

Ya tengo la sonrisa puesta.

Hoy he ido al cine a ver Iron Man 2. Es el tipo de película que me gusta ver, de esas de acción-americanada-fácildedigerir. Son mi yoga particular, porque me permiten evadirme del mundo real y simplemente disfrutar de la ficción que se me ofrece. Siempre está bien esa dosis de fábula, ¿no? Pero no era eso lo que quería contar. Lo que me ha llamado la atención ha sido que justo a mi lado se ha quedado un sitio vacío, entre mi asiento y el pasillo, quedaba un hueco que ha ocupado un niño de unos 9-10 años como mucho. Me ha encantado. No sé las razones del porqué ese niño habrá acudido sólo al cine, pero me ha parecido muy valiente y enternecedor, me han dado ganas de hablarle y de saber más de él. Porque son esos los momentos que hacen a las personas. Que forman su manera de vivir y de ser. Gestos de su día a día que provocan unas ganas irremediables de saber más (sobre ellos y su mismidad). Y es una pena que sólo, como los buenos libros, haya unas pocas personas que consigan picar esa curiosidad en los demás.

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