sábado, 10 de abril de 2010

CONDROMALACIA

Todos conocemos la historia de Pedro y el lobo, ¿no? Un chiquillo que para divertirse mintió dos veces acerca de la presencia de un lobo que supuestamente atacaba a sus ovejas... pero que al ser la tercera vez verdad, no obtuvo respuesta de sus vecinos aldeanos ya que pensaron que sería otra farsa como los anteriores avisos. Pues bien, así creo que es el verbo querer. No de querer un helado o de querer unos zapatos, sino de querer, de amar. No debe decirse sin ser verdad, sin sentirlo en lo más profundo de tu corazón, porque cuando realmente lo sientas y lo digas (again), tu 'vecino' no te creerá. Y porque, qué narices, hay que hacer de las cosas normales, cosas fantásticas.

1 comentario: