
Si dentro de unos años me preguntan que recuerdo de tener 18 años, diré que recuerdo jugar con la nieve, recuerdo tener los dedos congelados, recuerdo que no estuve sola y que fui realmente feliz. Recuerdo que creí ser mayor siendo aún una niña y que pensarlo me hacía reír. Recuerdo pasear sin preocupaciones por Madrid por el simple hecho de caminar. Recuerdo que la navidad pasó a un segundo plano, paso a convertirse en un marzo cualquiera. Recuerdo como la música nunca cesó de sonar hasta que decidimos irnos a dormir, solo convencidos de que la música estaría ahí al día siguiente. Recuerdo a mis amigos, aquellos de siempre y aquellos que ahora lo son. Si hiciera un balance de lo bueno y lo malo, solo existirían cosas geniales, no por haber faltado de las otras, sino porque lo que realmente es inmortal, son: los momentos felices.
No entraremos en el debate de qué es la felicidad, porque blabla. Solo digo que podría estar días y días contando las cosas buenas, y resumir las malas en una simple frase. Eso me hace pensar, que por ahora, todo está yendo bien.
Me encanta, María.
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